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Cuando la encuentra, con gozo la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa, llama a todos sus amigos y vecinos diciéndoles: “¡Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido!” Les digo que de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un pecador que cambia su vida que por 99 personas buenas que no necesitan hacerlo.

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